miércoles, 20 de diciembre de 2006

a pesar del frío de Madrid

Lo cierto es que aunque sentía un cariño especial por ella, creo que no había llegado a echarla de menos. Hablamos un par de veces por teléfono después de terminar con lo que fuese que tuviéramos, de está manera me protegía con la famosa y debilitada postura de quien afirman seguir siendo sólo “amigo”. Ella era mucho más sincera, en las conversaciones que teníamos nunca me preguntó que tal me iba, es normal que mi vida no le importase un carajo al fin y al cavo me había portado como un auténtico jilipollas.

Sin embargo cuando ayer a las 5 de la mañana apareció su nombre parpadeando en la pantalla de mi teléfono parpadearon también todas mis entrañas. Antes de cogerlo ya sabía que necesitaba algo y que antes de pedírmelo a mí, había fusilado media agenda buscando ayuda. No sé cuanto tiempo debía llevar en la calle, le temblaba la voz, conseguir un taxi a las cinco de la mañana es materialmente imposible.

El frío de cualquier noche de diciembre en Madrid te puede arrancar la piel a tiras así que un poco aturdido por el alcohol y la música machacona acerqué mi coche a donde ella estaba. Apareció saliendo de una bocacalle abrazada a si misma tratando de protegerse. Pasó por mi lado como un fantasma y creo que esa imagen fue el desencadenante de todo lo que vendría luego.

Sus ojos parecían pequeñas esferas talladas en marfil, el frío y el cansancio habían matado su frenético modo de mirar, la boca se había reducido hasta convertirse en una línea mínima bajo su nariz enrojecida y las mejillas mantenían un gesto sólido completamente inanimado, hasta el punto de que tuve la sensación de verme reflejado en ellas. No dijo nada. Me atravesó al pasar como hacía desde hace dos semanas y se dirigió directamente al coche donde se desplomo y pude ver por fin un esbozo de sonrisa. Hubo también silencio en el camino a casa y sólo mientras me peleaba con las llaves para abrir el portal me abrazó por detrás y me dio las gracias.

Se tiró en la cama nada mas llegar y en el tiempo que tardé en ir a la cocina a por la botella de agua se quedó completamente dormida. Me senté en el sillón de mi habitación y me quedé mirándola durante un par de años. ¿Qué es lo que había fallado? Tenía la impresión de que lo que hubo entre nosotros era un puzzle que construyes aun sabiendo que le faltan piezas, podría haber ignorado el hecho, podría haber seguido adelante y rellenar los huecos con pequeñas historias que fuesen surgiendo, pero...

Me levante entre 4893 besos repartidos por toda la cara. Supongo que ella sólo necesitaba dormir, aunque lo que realmente pensé es que me había robado todos los pequeños pedazos de vida que había ido dejando abandonados en mi cama y se los había guardado de nuevo para ella, convirtiéndose otra vez en esa gata que no para de dar vueltas y rozar su costado contra ti para que la acaricies.

Joder, habían pasado solamente dos semanas desde la última vez que recibí algo de cariño pero me habían parecido años.

Me cago en la puta, la echaba de menos.

domingo, 3 de diciembre de 2006

el periodismo, por David Trueba

Hoy, después de restregar por mis narices el periódico de los Domingos, no he podido evitar recordar uno de esos libros de adolescencia con fragmentos geniales que se te clavan para siempre:






- Tienes diez minutos para rehacer el artículo
- No pienso hacerlo.
- ¿Cómo?
- Quiero dejar el periódico, me quiero ir. No hay nada aquí que me interese.
- ¿Ahora nos miras por encima del hombro? ¿Nos hemos quedado pequeños para ti?
- No es eso –argumenté-, es que yo creía que el periodismo era otra cosa, que ir siempre por detrás, interesado en lo más estúpido de la gente, que no se limitaba a repetir lo obvio, que también podía ser algo creativo, no tomar notas en ruedas de prensa y servir de altavoz a los que tienen dinero para pagarlo. Me he dado cuenta de que los que hacemos los periódicos pensamos que la gente es gilipollas y hemos decidido ponernos a su altura, hasta el grado de que nos hemos convertido en auténticos gilipollas...
- ¿Estás de broma?
Me puse de pie y seguí hablando con la vehemencia de quien no tiene nada que perder.
- No. Lo que creo es que nadie necesita una opinión más. El mundo está lleno de opiniones, todo el mundo tiene su mierda de opinión y además se empeña en que te enteres de ella. ¿Es que nadie se ha dado cuenta de que las opiniones de los demás a nadie le importan un carajo? Incluso las opiniones propias. A mi me parece que mi opinión sólo tiene valor si me la reservo para mí, y para mis amigos como mucho. Antes sólo opinaban los sabios ¿y ahora?, he oído un huevo de veces eso de “tengo derecho a expresar mi opinión”, pues no, te la guardas para ti. Estoy de las opiniones y de los periódicos hasta los huevos. Basta ya, tener una opinión debería ser algo excepcional, algo pensado, estudiado, meditado...


DAVID TRUEBA "Cuatro amigos"

sábado, 2 de diciembre de 2006

una nueva situación

8:45 de la mañana y un click del despertador anuncia el estruendo. Con una certera patada lo apago. Apoyo primero la mano derecha, luego la izquierda. El suelo está helado, así que me dirijo rápidamente al baño y trato de mirarme en el espejo mientras dejo correr el agua para que salga bien caliente. La imagen que doy en mi nueva situación invertida es casi cómica, mas aun estando desnudo. La gravedad hace que mis huevos cuelguen en el sentido contrario al que lo suelen hacer y eso le da a mi entrepierna una extraña sensación de libertad.

El agua cae fuerte sobre la planta de mis pies y me hace cosquillas. Como todos los días ordeno mentalmente las cosas que tengo que hacer, los días festivos son siempre muy ajetreados, por eso me gusta levantarme temprano. Con fuerzas renovadas salgo de la ducha, me visto y sin más salgo a la calle.

Con un sencillo gesto del pulgar me despido del portero que me responde del mismo modo pero con la cabeza. Agradezco en parte el trabajo de los servicios de limpieza, en la acera no hay chicles ni colillas, pero si largos charcos que trato de evitar. Supongo que en el momento en que me acostumbre estas cosas no me importarán tanto.

La gente pasa por mi lado y ni siquiera Enrique el de la frutería se da cuenta de mi nueva situación, en realidad lo agradezco porque no me apetece nada dar explicaciones. Pero supongo que la pregunta era inevitable y de repente de alguna parte se escucha - ¡Eh, pero tu que haces?! - Enseguida me doy cuenta de que es un caracol quien me mira con el ceño fruncido.
- voy al mercado.
- ¿Pero porque vas del revés?
- No lo sé, por curiosidad. Me apetecía ver el mundo de esta manera.
- ¿y a quien le has pedido permiso, si se puede saber?
- No sabía que tenía que pedírselo a nadie...
- Pues si. Así que date la vuelta ahora mismo, esta perspectiva es sólo para los de nuestro tamaño.
Tras pensar un poco le contesto.
- Muy bien, yo daré un giro de 180 grados si tu lo das de 90 y me lo pides erguido. No queda muy serio que me exijas estas cosas estando recostado.
El caracol me mira extrañado, parece que se ha enfadado.
- pues no me da la gana

Me da la espalda y se larga dejando tras de si un moco un poco más verde de lo normal. Ya sabía yo que estos caracoles además de orgullosos son bastante vagos, nunca son capaces de dar ni la mitad de lo que exigen.

Sigo andando un rato y me doy cuenta de que no he desayunado, así que entro en bar para tomar algo. Está lleno, por lo visto están poniendo la formula uno sé que el dueño es muy aficionado y suele invitar siempre a una tropa de amigos. Me acerco a la barra entre los empujones de la gente y le pido a Carlos, el camarero, un café bien cargado.

Al rato una chica se acerca a mi y me pregunta si me molestaría que apoyase su poleo sobre mi pie ya que en la barra no queda sitio. No tengo muy claro que es lo que se debe hacer en estas situaciones, pero como ella es bastante guapa le digo que no hay ningún problema.

Creo que no se ha dado cuenta de que en mi situación y llevando ella una bonita falda puedo verle las bragas sin ningún problema, son tipo short y con un barquito velero dibujado. Está imagen aunque inocente y casi infantil me excita bastante, que le vamos a hacer, cosas de la testosterona. De repente la chica agarra su poleo y se aleja dando empujones entre la gente. Estaba claro que antes o después se daría cuenta de que me lo estaba pasando demasiado bien.

Salgo del bar y me dirijo al metro. Antes de entrar una voz que habla desde mi talón me dice – si no te importa yo me quedo aquí- parece que a mi alma no le hace mucha gracia lo de ir en metro.
- pero acompáñame por favor
- no me pidas eso, a las almas no nos gusta nada meternos bajo tierra, si no podemos ver el cielo sobre nosotras nos agobiamos en seguida.
- Bueno, está bien. Pero estarás allí cuando salga, verdad?
- Si claro, yo te seguiré por la superficie, me he acostumbrado a las cosquillitas que me hace tu sangre dentro de ti y no pienso quedarme sin ellas.
- Me alegro de que te guste, pues hasta luego entonces.

Parece que el ir boca abajo le ayuda a uno a hablar con su alma.

Lo que me ha contado me ayuda a entender muchas cosas. Ahora sé porque los mineros tienen siempre un gesto tan triste, 8 horas al día sin alma son muchas horas. Además no es difícil darse cuenta de que la gente el metro viaja sin alma. Unos miran a un lado y a otro sin saber muy bien que buscan, otros escuchan música o leen libros para evitar pensar en lo que les falta, y nunca nadie dice nada.

Continuara.........






La idea que me llevó a escribir este pequeño cuento no es mía, ni alguna de las frases más acertadas. Me las chivó un duendecillo liliputiense, que sabe de esto de escribir bastante más que yo.

martes, 28 de noviembre de 2006

Carol y los chorizos


Carol tenía todo lo que una mujer puede desear. A sus cincuenta años aun hacía girar la cabeza a los hombres que pasaban por su lado, la habitación más grande de su chalet hacía la función de vestidor para los cientos de vestidos que su marido, un afamado escritor de Best-sellers le regalaba todas las semanas. El la amaba hasta la médula, se desvivía por ella y padecía estoicamente su inconsistencia.

Hacía ya tiempo que la casa se había vuelto infinitamente grande para los dos, no quería molestar a su marido, que se encerraba durante horas es su estudio para escribir, de manera que deambulaba por la casa como un fantasma vigilando de manera casi obsesiva que cada cosa estuviera en su lugar y que todo permaneciese impecable. Continuamente se deshacía del personal de servicio por no ser, según ella, suficientemente competente, y no sin antes montarles una es cena con el único fin de que los ojos de sus sirvientes se llenasen de lágrimas. No es que esto le produjese especial placer, lo hacía de un modo casi inconsciente para romper con ello la monotonía de los días y regalarle a su vida una cierta intensidad.

En una ocasión Marcos, el chofer de la pareja, mientras soportaba una de las ridículas reprimendas de la señora, no se contuvo y cerrando los puños con fuerza mientras mascullaba entre dientes se dirigió a toda velocidad hacia ella y antes de darle tiempo a gritar, la beso; la beso con toda la intensidad y buen hacer de la sangre puertorriqueña podía aplicarle a un beso.

El flirteo con Marcos duró unos pocos meses, disfrutó durante una época de lo que en principio parecía la solución perfecta a una vida que con el tiempo ya no lo parecía tanto. Los juegos por los pasillos, las miradas de complicidad, los roces poco accidentales en presencia de su marido y los paseos con Marcos en el coche, le dieron un cierto estímulo durante una temporada, sin embargo, pronto la conciencia y el dolor que le causaba la ilusión con la que cada semana aparecía Eduardo con un nuevo vestido, terminaron por hacer que el sentimiento de traición fuese demasiado fuerte, de manera que terminó con su pequeño “affair”.

Marcos, amenazaba de cuando en cuando a Carol con contarle la pequeña aventura a su marido, en un principio con la única intención de proteger su puesto de trabajo, cosa que consiguió por descontado. Pero pronto se acomodó en la situación y abandonaba la cochera para pasearse por el chalet como si fuese el señor de la casa. A ella le reventaba verle paseándose de la cocina a la biblioteca (sus lugares predilectos) inflado como un pavo.

Pero esta mañana todo se quedó en poco al descubrir que el chofer se encontraba en la biblioteca engullendo un bocadillo de chorizo sobre el sillón de lectura mientras ojeaba un libró de poemas de Bukowski riéndose a carcajadas. Carol no pudo soportar la imagen, la primera sensación de impotencia pronto se transformó en un odio intenso que le cegaba.

Se dirigió hacia el casi corriendo, agarró el cuchillo con el que había trinchado el chorizo sobre la mesa de estudio, y antes de que este pudiese engullir el último pedazo de su bocadillo, se lo atravesó en la garganta utilizando para ello una fuerza casi innecesaria ya que el cuchillo se hundió completamente sin apenas resistencia, la sangre comenzó a caer sobre el cuerpo del puertorriqueño – Es increíble lo sencillo que es matar a un hombre, pensó – En ese momento y en un descuido miró a los ojos de marcos, unos ojos inyectados en sangre que le miraban fijamente.

Ese fue el final.

Hizo un nudo entre dos de los chorizos e introdujo su cabeza, ató un extremo de la ristra a una de las barandillas del balcón de la biblioteca y tras descalzarse se subió a ella. En lo alto de la barandilla y con una sola lagrima recorriéndole la mejilla pensó que no debía terminar así, que NO podía terminar así. Aunque fuese una guerra perdida ahora tenía algo por lo que luchar.

Su pie se deslizó sobre la grasa de los chorizos y se precipitó al vacío

lunes, 27 de noviembre de 2006

plan travesti


No tenía demasiado tiempo, en cualquier momento podría aparecer su padre. Tenía muy claro que no debía estar allí, que lo que iba a hacer no estaba bien, pero la ansiedad por abrir el armario y verlo de nuevo era demasiado fuerte. Tenía el momento en que la vio entrar atravesado en la cabeza, tanto que no había podido pensar en ninguna otra cosa, su tiempo se detuvo.


Nunca la había visto tan hermosa, el azul realzaba sus ojos, su figura aunque no estuviese marcada, podía intuirse perfectamente definida a través de la tela y el estampado de flores convertía a su madre, a quien veía cada día fregar los platos, en una imagen casi onírica.


Entre lagrimas y con toda su fuerza abrió como un salvaje la puerta, sabía que en él la magia del vestido perdería su fuerza, pero le daba igual. Necesitaba sentirse bella.
Se acabó el plan travesti, si no has ido nunca ya nunca podrás ir (tristemente es mi caso) estoy seguro de que me hubiese reído un huevo pero en fin, al final siempre remoloneamos en estas cosas y luego nos arrepentimos

sábado, 25 de noviembre de 2006

START



Empezamos a caminar.

Así es, después de una larga temporada adscrito al mundillo del fotolog y la intensa vida social que deriva de él, he decidido cambiar las tornas y hacerme un blog de estos que creo que se ajusta un poco más a lo que busco. No es que el fotolog tenga nada de malo, es solo que me he cansado.
Lo que espero de este blog es únicamente el tener un lugar donde archivar mis pequeños pedos cerebrales, que últimamente son cada vez más frecuentes y a los que le estoy cogiendo algo de cariño porque me ayudan a conocerme.

Al ser esto solamente una prueba, no me voy a extender nada más.

Únicamente saludar a quien se haya decidido a pasarse por aquí.