Lo cierto es que aunque sentía un cariño especial por ella, creo que no había llegado a echarla de menos. Hablamos un par de veces por teléfono después de terminar con lo que fuese que tuviéramos, de está manera me protegía con la famosa y debilitada postura de quien afirman seguir siendo sólo “amigo”. Ella era mucho más sincera, en las conversaciones que teníamos nunca me preguntó que tal me iba, es normal que mi vida no le importase un carajo al fin y al cavo me había portado como un auténtico jilipollas.
Sin embargo cuando ayer a las 5 de la mañana apareció su nombre parpadeando en la pantalla de mi teléfono parpadearon también todas mis entrañas. Antes de cogerlo ya sabía que necesitaba algo y que antes de pedírmelo a mí, había fusilado media agenda buscando ayuda. No sé cuanto tiempo debía llevar en la calle, le temblaba la voz, conseguir un taxi a las cinco de la mañana es materialmente imposible.
El frío de cualquier noche de diciembre en Madrid te puede arrancar la piel a tiras así que un poco aturdido por el alcohol y la música machacona acerqué mi coche a donde ella estaba. Apareció saliendo de una bocacalle abrazada a si misma tratando de protegerse. Pasó por mi lado como un fantasma y creo que esa imagen fue el desencadenante de todo lo que vendría luego.
Sus ojos parecían pequeñas esferas talladas en marfil, el frío y el cansancio habían matado su frenético modo de mirar, la boca se había reducido hasta convertirse en una línea mínima bajo su nariz enrojecida y las mejillas mantenían un gesto sólido completamente inanimado, hasta el punto de que tuve la sensación de verme reflejado en ellas. No dijo nada. Me atravesó al pasar como hacía desde hace dos semanas y se dirigió directamente al coche donde se desplomo y pude ver por fin un esbozo de sonrisa. Hubo también silencio en el camino a casa y sólo mientras me peleaba con las llaves para abrir el portal me abrazó por detrás y me dio las gracias.
Se tiró en la cama nada mas llegar y en el tiempo que tardé en ir a la cocina a por la botella de agua se quedó completamente dormida. Me senté en el sillón de mi habitación y me quedé mirándola durante un par de años. ¿Qué es lo que había fallado? Tenía la impresión de que lo que hubo entre nosotros era un puzzle que construyes aun sabiendo que le faltan piezas, podría haber ignorado el hecho, podría haber seguido adelante y rellenar los huecos con pequeñas historias que fuesen surgiendo, pero...
Me levante entre 4893 besos repartidos por toda la cara. Supongo que ella sólo necesitaba dormir, aunque lo que realmente pensé es que me había robado todos los pequeños pedazos de vida que había ido dejando abandonados en mi cama y se los había guardado de nuevo para ella, convirtiéndose otra vez en esa gata que no para de dar vueltas y rozar su costado contra ti para que la acaricies.
Joder, habían pasado solamente dos semanas desde la última vez que recibí algo de cariño pero me habían parecido años.
Me cago en la puta, la echaba de menos.
